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[:es]IMG_2474Emilio Carrizosa en el CIO el pasado 27 de mayo. | Foto: Irene Moreno
Emilio Carrizosa compagina su trabajo como catedrático en el Departamento de Estadística e Investigación Operativa de la Universidad de Sevilla, con la dirección del Instituto de Matemáticas de la Universidad de Sevilla (IMUS) y la presidencia de la Sociedad Española de Estadística e Investigación Operativa (SEIO). A lo largo de su carrera ha recibido diversos galardones de prestigio como el Premio Nacional de Licenciatura, el Premio Extraordinario de Doctorado o el Premio de investigación de la Real Maestranza de Sevilla y ha publicado un centenar de trabajos sobre sus dos líneas de investigación: la Optimización Matemática y la Ciencia de los Datos. Además de los problemas matemáticos del mundo académico, confiesa que también le interesan mucho los problemas del mundo real. Por ello, colabora como asesor externo de organismos y empresas en diversos temas relacionados con la aplicación de las Matemáticas a la sociedad y la industria.
Pregunta. Durante el debate electoral de RTVE para las elecciones generales de abril publicó el siguiente tweet: “Ahora es cuando saca una tarjetita sobre inversión en Ciencia. Ah, no, ahora no”. ¿Por qué no se le da a la ciencia la importancia que merece?
Respuesta. No se le da la importancia que merece porque son inversiones a muy largo plazo en las que los ciudadanos no ven de inmediato el retorno de esa inversión. Si decimos que vamos a abrir una línea de AVE, en el momento en el que empieza la obra, empieza el soterramiento de la vía dentro del casco urbano de la ciudad y no se dan cuenta de que su vida aparentemente mejora muchísimo con esa infraestructura. Si dedicamos el dinero a la ciencia, en particular a la formación de estudiantes de doctorado; a contratar nuevos investigadores en todos los estadios de la carrera, ¿de qué manera el ciudadano de a pie va a darse cuenta de que su vida va a mejorar? Hace falta mucho valor por parte de los dirigentes políticos para quitar parte de ese dinero que es finito y que se destina a cosas que dan un resultado inmediato y dedicarlo a una inversión a largo plazo. Por otra parte, el tejido industrial que tenemos en el Estado es un tejido donde no todo requiere una gran inversión en ciencia. Estamos hablando del turismo. Para poner copas en un chiringuito en la playa no hace falta hacer una gran inversión en ciencia. Entonces, si queremos mantener el tejido productivo donde lo que hacemos es construir apartamentos junto a la playa y llenarlos de camareros para que pongan copas en los chiringuitos, la ciencia no hace falta. Si quisiéramos cambiar el sistema productivo y tener otro de mucho mayor valor añadido, necesariamente haría falta mirar a nuestros vecinos: a Francia, a Alemania, al Reino Unido, que se toman muy en serio la inversión en ciencia.
P. Carmen Herrero, en su discurso tras recibir el premio Rey Jaume I en Economía, dijo: “Un país que no investiga, que no innova, que no crea producto y no es capaz de ponerlo en el mercado tiene las puertas cerradas al porvenir”. ¿Qué se puede hacer para mejorar la financiación en ciencia?
R. Primero hay que cambiar la cultura. Los ciudadanos tienen que ser conscientes de que, si el cáncer hace no tanto tiempo era una enfermedad mortal y ahora lo es menos, si la mortalidad del VIH ha decaído y lo mismo con tantas enfermedades, si tienes internet con wifi al mismo tiempo y tenemos las opciones que tenemos, todo es gracias a la ciencia. Es decir, la ciencia está en todos los aspectos de nuestra vida. Además, ahora tenemos otro problema que no solo afecta a la ciencia, sino a la parte que a mí más me preocupa, que es la relacionada con la Estadística y la Modelización Matemática: la necesidad de luchar contra las fake news. Luchar contra las noticias que no tienen una fuente solvente. Para eso hace falta un pensamiento crítico, que es ciencia en sentido amplio, porque entraría incluso la Filosofía y las Humanidades. Por otro lado, es necesario saber interpretar de manera autónoma la información que aparece en los medios para poder discernir cuándo te están diciendo la verdad y cuándo te están mintiendo. Ahora mismo es muy complicado para un ciudadano
no formado distinguir cuándo un dirigente político en un debate dice una cosa y hay otro que dice la contraria. Es muy difícil que un ciudadano no formado en ciencia o en datos pueda saber quién está diciendo la verdad y quién no. Hace falta que la ciudadanía adquiera conciencia de que, para ser libre, necesita mejorar globalmente el conocimiento de análisis de datos y de ciencia en general.

“Si quisiéramos cambiar el sistema productivo y tener otro de mucho mayor valor añadido, necesariamente haría falta mirar a nuestros vecinos de Francia, Alemania y Reino Unido”

P. Ha realizado visitas de investigación a varias universidades extranjeras como la Universidad de Viena, la Universidad de Montreal, la Universidad Libre de Bruselas, la Universidad de Chile o también la Copenhagen Business School. ¿Qué métodos de investigación y enseñanza están usando en estos lugares que puedan beneficiarnos aquí?
R. En cuanto a la docencia, no veo grandes diferencias o inconvenientes con respecto a otros países como Francia, Alemania o Reino Unido. Salvo un aspecto relevante que es el grupo pequeño. En España tenemos un grupo masificado de alumnos que no permite la docencia personalizada, quizás esa sea la gran diferencia. Con respecto a la investigación, las diferencias son notables. Es inconcebible, en la mayor parte de los países avanzados, que uno solicite un proyecto de investigación y un año después no sepa si ese proyecto va a estar financiado o no, y que otro año después sea cuando reciba la financiación para el mismo. Eso produce una inestabilidad enorme en los equipos que dificulta gravísimamente la captación de gente joven dispuesta a hacer el trabajo de base que es básico en la investigación. Además, esto hace que los buenos estudiantes acaben yéndose. Acaban cayendo en la tentación de entrar en el mundo de la industria. En particular, dentro del ámbito de la Estadística y la Investigación Operativa, hay una demanda fortísima por parte de las empresas de nuevas tecnologías y de servicios relacionados con el Big Data. La otra tentación es irse al extranjero a universidades europeas donde van a tener unos contratos estables que les van a permitir desarrollar su carrera profesional haciéndola incluso compatible con su vida personal, algo que el sistema de ciencia español lo pone muy difícil.
P. El IMUS encabeza el ranking como el mejor instituto universitario matemático en España y usted es su director actualmente. ¿Cree que están cerca de conseguir una ayuda como el distintivo Centro de Excelencia Severo Ochoa o la Unidad de Excelencia María de Maeztu?
R. Es muy difícil conseguir esas ayudas. La dificultad no reside tanto en los méritos científicos, sino en los obstáculos administrativos que nos plantean. Estamos muy decepcionados con el hecho de que el IMUS, que en todos los rankings internacionales aparece en puestos destacados en cuánto a Matemáticas, y no solamente en los rankings internacionales, sino en otras métricas que utilizamos aquí como el número de proyectos conseguidos en las convocatorias públicas, no reciba ninguna de estas ayudas. En ocasiones, estamos presentando nuestra solicitud para obtener el sello de excelencia y, en algunos momentos, nos hemos quedado fuera, pero la gran lucha que tenemos no es tanto el mejorar la excelencia científica que, por supuesto, la intentamos mejorar en cada momento, sino luchar contra los obstáculos administrativos que nos encontramos. No hay una convocatoria estable con unas reglas de juego estables, sino que de una anualidad a la siguiente aparecen nuevas restricciones para poder solicitarla que nos dejan fuera y que nos obligan a rediseñar la estrategia. Entonces, en el IMUS no podemos y mucho me temo que tampoco pueden otros centros de investigación con la potencia y el entusiasmo que podemos tener nosotros. No podemos tener una estrategia definida a medio y largo plazo que nos permita aspirar a un sello de excelencia porque no sabemos a qué nos van a obligar al año que viene. Hay una condición en esta última convocatoria, que a mí me parece inexplicable, y es que pueden acudir asociados de distintos centros siempre que el ámbito sea provincial. En comunidades autónomas uniprovinciales puede ser muy interesante, pero en comunidades como la Comunidad Valenciana, donde hay investigación en todas las provincias, y en todas las universidades que están en distintas provincias, como es la nuestra, que tenemos ocho provincias… y se pretende vertebrar desde los poderes públicos la investigación en todas las comunidades autónomas. Esto nos impide hacer de una manera nítida una alianza con el Instituto de Matemáticas de Granada porque tenemos que estar siempre haciendo unos diseños estrafalarios para poder entrar en las convocatorias.

“La ciencia no recibe la importancia que merece porque son inversiones a muy largo plazo y los ciudadanos no ven de inmediato el retorno de esa inversión”

P. Ahora mismo está en marcha la creación del Instituto Andaluz de Matemáticas. ¿Cree que con ello podrán recibir esas ayudas?
R. No, ni con esas. No podemos. Si hubiera estado ya aprobado por el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía sí, pero estamos en la fase administrativa. Han mandado nuestra petición y nuestro informe a referir y los evaluadores han pedido una serie de modificaciones que se han hecho. Además, hemos tenido un cambio de gobierno en la Junta de Andalucía que ha ralentizado el proceso, pero hay una voluntad política por parte de nuestras universidades. No solo la de Granada y la de Sevilla. Hay otras universidades andaluzas que quieren unirse y tener una estructura en red de los centros de toda la comunidad Matemática. Y cuando hablo de Matemáticas hay que entenderla en un sentido amplio. No necesariamente es la Matemática fundamental, que también, sino el mundo de las aplicaciones. Nosotros, en nuestro Instituto de Matemáticas, no solamente tenemos gente que hace Álgebra, Cálculo, Análisis Matemático, Geometría y otras disciplinas tradicionales, sino que también tenemos gente que está en la frontera con la Ingeniería, como la gente con la que hacemos Investigación Operativa. Tenemos gente que está en facultades de económicas y está haciendo prácticamente Economía Aplicada y tenemos dos filósofos también que hacen Filosofía de la Ciencia en el instituto. La intención del Instituto de Matemáticas es agregar a toda la comunidad matemática en sentido amplio, es decir, aquellos que se dedican a la investigación de matemáticas y sus aplicaciones de todas las universidades andaluzas, siempre que tengan investigación de excelencia. En ese proceso estamos. Ahora bien, si el Instituto Andaluz de Matemáticas hubiera existido con capacidad legal hace unos meses para presentarse a la última convocatoria, no habría podido presentarse porque te exigen el haber estado creado unos años antes. E incluso si se presentara a la María de Maeztu tampoco podría porque su ámbito de actuación es superior a la provincia. Entonces, no encajamos. Aquí se produce una disfunción muy preocupante para nosotros, que es que en comunidades autónomas grandes sus respectivos gobiernos autonómicos han tenido la intención de no centralizar toda la investigación en un punto en concreto, sino de intentar crear una vertebración a través de toda la comunidad autónoma. Eso es incompatible con lo que, desde el Gobierno central, se está proponiendo o se ha propuesto hasta ahora. Si va a haber cambios o no, no lo sé. Yo lo espero, porque si no deberían decir claramente que desde el Gobierno central no se apuesta por la investigación en universidades cuya investigación no esté centrada en torno a una sola ciudad, sea Madrid, sea Barcelona…

“Es inconcebible, en la mayor parte de los países avanzados, que uno solicite un proyecto de investigación y un año después no sepa si ese proyecto va a estar financiado o no”

P. ¿Por qué cree que la sociedad española no tiene ningún problema en admitir que no sabe nada sobre matemáticas o estadística?
R. Esto está un poco relacionado con la cultura en la que nos encontramos. A mí me apena muchísimo cuando repaso las listas de premios Nobel y uno se da cuenta de que España ha tenido excelentes literatos, pero bien pocos científicos. Entre otras cosas, porque no han recibido el apoyo de las instituciones y no ha habido en ningún momento la necesidad de tener una industria potente ni de tener un sistema científico potente. La realidad no sé hasta qué punto ha cambiado. Si uno piensa tradicionalmente quiénes ocupan los altos cargos en la Administración Pública a nivel estatal, por ejemplo, Josep Borrell es de los nuestros y tiene un libro precioso de Optimización Matemática, pero es casi una excepción. Entonces, si todos son abogados del Estado cuyo último contacto con la ciencia fue cuando tenían quince o dieciséis años, en la Secundaria, es difícil que personas que abandonaron cualquier contacto con la ciencia hace tantos años tengan ahora la capacidad de entender lo mucho que se está jugando, porque ya no solamente es el futuro de nuestro sistema productivo. Si tenemos sistema productivo de camareros y de albañiles o tenemos un sistema productivo de empresas bio o de empresas de telecomunicaciones, eso está por un lado y es importantísimo. Es una iniciativa a largo plazo que tendría que plantearse el Estado. Pero, a fin de cuentas, no todo el mundo puede ser bioquímico o ingeniero de telecomunicaciones. Ni puede ser, ni debe ser, porque tampoco se trata de convertir a todo el mundo en ingenieros robóticos. Pero sí es importantísimo que, en una sociedad como la actual, en la que las redes sociales concentran tal cantidad de información y tal saturación de información, los ciudadanos entiendan que el decir “yo soy de letras” no es una razón para no saber de números. Esa confesión es equivalente a decir: “Soy un crédulo y me voy a tener que creer todas las mentiras que me están intentando transmitir de modo interesado, no sabemos muy bien quién”. El problema es que no somos ni siquiera conscientes de quiénes son aquellos que están en cada momento teniendo interés en transmitir una serie de noticias que son falsas y, en ocasiones, no son completamente falsas, sino que son
verdades a medias y los números no los puedes tirar; y las cifras las puedes presentar de diversas maneras para hacer parecer que la realidad es muy diferente a la que realmente es. Entonces, la sociedad como tal debe tomar conciencia de que decir “yo veo números, pero no entiendo porque soy de letras” es lo mismo que decir “yo asumo que no soy libre porque no soy capaz de discernir entre lo que es verdadero y lo que no lo es”. Y esa falta de libertad puede tener unas consecuencias terribles.

Continuará…
 
 

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